viernes, 18 de noviembre de 2011

La Ira de Khaine

La tierra de mi pueblo ha sido destruida. Las verdes llanuras, las cálidas costas, los bosques llenos de vida han sido desvastados. El mar embravecido se ha levantado y ha arrollado las más hermosas ciudades que ha visto el mundo y todos sus habitantes descansan en tumbas profundas, junto a Mathlann, señor de la tormenta.

Ulthuan ha caído.

Ahora ya no existe esperanza alguna. Ahora sólo quedamos vagabundos, huérfanos, solitarios hijos de la orgullosa estirpe Asur. Hemos sido derrotados, humillados y abandonados en esta tierra oscura y sin ley. El infierno del caos lo cubre todo. Sus estragos son ahora las ruinas de todos los pueblos civilizados que alguna vez han existido. Ahora nos enfrentamos contra el fin de los tiempos y solamente somos un puñado de supervivientes. Para el enemigo no somos más que un insecto entre la hierba.

Pero no nos rendiremos ni incluso ahora. Nuestra es la venganza.

Mi nombre es Avari el Tejedor de Sombras. Soy un sobreviviente de la matanza que se llamó la Tormenta del Caos. Estuve a punto de conocer una espantosa y lenta agonía en manos del enemigo. Durante la guerra fui secuestrado por los Guerreros del Caos quienes querían conservarme vivo para hacer conmigo algún horrible propósito. Así fue como contemplé el final del mundo encerrado en las horribles mazmorras. Pude ver como los demonios abandonaban la diformidad y penetraban en el viejo mundo buscando pervertirlo todo.

No me quedaba mucho tiempo, seguramente los seres malignos ya tenían pensada algún vil destino para mí. Entonces llegó Noldor, él me liberó y quemó hasta los cimientos el campamento donde me tenían capturado.

Me explicó que él era un hijo de Ulthuan, pero un hijo perdido hace mucho tiempo, que volvía a aparecer justo en el final de los tiempos pero no explicó a que se refería con eso. Sólo añadió que Khaine le había otorgado una misión y su deber sería cumplirla: Reunir a los supervivientes y tomar venganza. Vagar por los senderos tortuosos de la tierra de nadie y buscar a otros elfos, juntos sobreviviremos.

Con Noldor fuimos encontrando poco a poco a otros. Él sabe donde encontrarnos, es su don. Puede sentir la sangre de nuestro pueblo y su destino los lleva a ellos. Sabe que no podrá salvarnos a todos, eso también nosotros lo sabemos. Pero sobrevivir tiene un propósito. Cuando Noldor nos encuentra nos propone un juramento. Juramos dar nuestra vida para la venganza, juramos ser parte del último destino de los elfos. Si no lo juramos podemos seguir nuestro camino, pero no unirnos a él. Porque ahora el mal nos rodea, pero nosotros acechamos en las sombras hasta nuestro último aliento. Y no vamos a abandonar esta existencia hasta tomarnos una justa venganza por nuestra sangre derramada, por nuestras tierras arrasadas, por las vida que nos arrebataron y que ya nunca volverá. Existe un modo. Noldor lo conoce, aunque aún no ha decidido revelarlo. Confiamos en nuestro capitán. Sentimos como el destino es quien mueve la hoja de su espada y toda la fuerza del sino le mueve, como alguna vez movió al mismo Aenarion.

La ira nos alimenta, nos hace fuertes en el momento de mayor debilidad. Odiamos a todas las criaturas del caos que han llegado desde los portales. Odiamos a los humanos, los enanos y a todos los que han permitido que esto ocurra. Odiamos a los hechiceros ambiciosos que jugaron con algo mucho mayor que ellos mismos. Odiamos a nuestros primos corruptos por que su traición fue la primera semilla del final. Odiamos a los mismos dioses que nos han abandonado en esta agónica existencia.

Quizás ahora nos parezcamos más que nunca a nuestros hermanos malvados. Ya no existe nada que protejamos, nuestras familias y todas nuestras tradiciones son se han acabado. Nada nos queda que nos haga cautos, nada nos queda que nos haga piadosos. Ahora somos la hoja manchada de sangre de Khaine.

Somos la ira de Khaine y juramos venganza.

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